Entrevista a Rafael Amador S.J., jesuita inter-escolar Nicaragüense, actualmente se encuentra terminando su etapa en filosofía. La entrevista ha sido ligeramente editada para acoplarse más al formato escrito.
¿Qué hacías antes de entrar a la Compañía de Jesús?
Antes de entrar a la compañía, yo era estudiante de la carrera de contaduría pública y auditoría en la Universidad Centroamericana UCA, de Managua. Ya estaba en tercer año, también ya estaba trabajando en una empresa de publicidad. Entonces, estudiaba por las noches y trabajaba por las mañanas.
¿Cómo fue este ir conociendo a la Compañía? ¿Qué te llamaba la atención? ¿Cómo tocaba tu fe la Compañía de Jesús?
La religiosidad de mi pueblo es una religiosidad bastante sencilla. Mucho de la ciudad donde yo vengo se resume con lo diocesano. Yo sólo conocía el ambiente diocesano.
Yo conocí a la Compañía de Jesús cuando llegué a estudiar a la Universidad, en Managua, y empecé a involucrarme un poquito en los proyectos sociales de la Universidad, sobre todo en el voluntariado. En el voluntariado en concreto conocí prenovicios, alguno que otro jesuita. Me llamaba la atención su manera de ser, su manera de desenvolverse.
Y fui conociendo a los jesuitas en concreto en las misiones de Semana Santa, que ofrecía el voluntariado. En la medida en que yo me fui involucrando de a poquito en las actividades de Semana Santa y en los proyectos, fui conociendo a la Compañía de Jesús un poco desde dentro, desde sus comunidades, desde sus integrantes, desde sus proyectos, e incluso un poquito desde su misión.
Ya que conociste a la Compañía, que estabas en proceso vocacional, ¿cuáles eran los miedos e inseguridades que tenías al estar pensando en entrar a la Compañía?
Cuando yo decidí empezar un proceso vocacional, fue un poco tras bambalinas. O sea, mi familia no sabía, simplemente sabía yo. Mi familia ya tenía un proyecto para mí, ya me miraba graduado, ya veían que tenía un trabajo estable, que me estaba yendo bien. Entonces a futuro la cosa pintaba bien.
Entonces, el hecho de que yo empezara a realizar un proceso alterno de mi vida sin comunicarlo a mi familia, tenía un poco de temor, un poco de inseguridad. Sin embargo, poquito a poco, a medida que iba avanzando con el proceso, con la oración, con el acompañamiento, con discernimiento, y sobre todo con la ayuda de los ejercicios, estas dudas se fueron disipando. Mucho de mis miedos pasaban sobre todo por cambiar todo el plan de vida que ya tenía, temer la reacción que podía tener mi familia, porque vengo de una familia que es bastante unida. Entonces en ese sentido, el comentario o la visión que ellos pudieran tener sobre mí era bastante importante.
Entonces estas dos cosas se fundamentaban en miedos. Fue tratar de confrontarlas, enfrentarlas, y darles un giro distinto. Una vez aceptada la decisión del proceso y llevar un discernimiento vocacional, fue trabajar el cómo yo me ponía delante de estas dos cosas, dos cosas importantes, realmente.
¿Cómo fue el momento en que tú dijiste sí, entro a la Compañía?
Ya tenía yo casi dos años de llevar un proceso de discernimiento, porque quería tomar una decisión bastante segura. Pero llegó un momento en donde ya luego de dos años, luego de ejercicios espirituales, de bastante acompañamiento espiritual, de ordenar un poco la vida, de ciertas cosas que estaba trabajando, respecto a mis actitudes, también cosas de crecimiento humano; vi yo la oportunidad entonces de dar el paso.
Pues no sé si fue cosa de Dios, ¿verdad? Pero poquito a poco, las cosas se fueron acomodando de tal manera que yo pudiera tener el tiempo, la disponibilidad, y sobre todo, la opción de que aquellas cosas que estaba haciendo podían quedar en un standby, como en un tiempo momentáneo, en donde podría yo tener la certeza de volver, en un determinado tiempo prudente, que me pudiera permitir pensar.
Lo importante era hablar con mi familia, y contarles, sobre todo a mi mamá y a mi abuela la decisión que iba a tomar, ¿no? Entonces, la frase, que marcó esta decisión fue: “estás loco”. Esa fue la frase que marcó todo, porque una vez que decidí marchar al prenoviciado y entrar de lleno con la Compañía, eso implicaba salir de mi país, moverme al Salvador, y luego a Costa Rica.
Entonces, era irme durante nueve meses, dejar todo, e implicaba entonces desapegarme, ¿no? Salir totalmente todo. Mi abuela me dijo “estás loco”, y luego mamá me dijo “te apoyo”. Con esas dos posturas me fui, y ese fue el momento decisivo. Tratar de confiar, de creer, de que esto que yo sentía en el corazón, realmente era una invitación concreta, una invitación correcta, una moción que necesitaba responder, y lanzarme, ¿no? Confiar básicamente en la promesa que Dios me estaba haciendo.
¿Cuéntanos en qué lugares has estado y qué has hecho en cada lugar?
Cuando entré en la Compañía de Jesús, yo inicié mi prenoviciado en El Salvador, ahí estuve un tiempo en una comunidad e iba al centro de pastoral de la universidad. Fue un tiempo bastante corto.
Luego pase a Costa Rica, donde estuve en una comunidad jesuita, parroquial, llamada Lourdes, en San Pedro, Montes de Oca. Ahí estuve siete meses.
Luego pasó la etapa del noviciado, que la hice en la ciudad de Paramán. Ahí estuve durante dos años, y mi labor básicamente fue trabajar en una comunidad de inserción de una parroquia también llevada por Capuchinos. Ahí trabajamos con jóvenes, acompañando a las comunidades, y sobre todo en catequesis de formación.
Ya acá en la primera etapa, he tenido un solo apostolado que consiste en trabajar en la parroquia del Espíritu Santo de la colonia de Cajetes. Es la colonia donde nosotros vivimos actualmente; una comunidad bastante pobre, un barrio bastante marginal.
De igual manera, el recorrido es interesante, porque me ha tocado trabajar en una constante: siempre con grupos juveniles, y apoyando sobre todo a los grupos parroquiales, en su formación.
¿Cuál es el distintivo que tiene la pastoral juvenil de la Compañía de Jesús en una parroquia?
La pastoral juvenil de la Compañía de Jesús está marcada sobre todo por la espiritualidad ignaciana, una espiritualidad que trata de ver a Dios en todas las cosas, en todos y en todas. También una espiritualidad marcada por la libertad, por el amor, por tratar de ver a Jesús también como un amigo y como alguien cercano.
Esta dimensión que hemos aprendido a propósito de los ejercicios, de ser conscientes de la realidad, de tener a un Dios cercano, un Dios que es amor, pero sobre todo un Dios que nos invita a hacernos cargo de nuestra realidad, de la mano de Dios.
El distintivo que he visto, al menos que yo he sido testigo, es que los jóvenes se experimentan muy libres ante un Dios que los escucha, que está ahí para atenderlos. Los jóvenes intentan descubrir cuáles son sus cualidades o capacidades, las cosas en las que son buenos y desde ahí tratar de poner su granito de arena.
Algo muy particular es el asunto del cuerpo. La pastoral juvenil, al menos de acá y donde me ha tocado trabajar es como tratar de hacer cuerpo juntos y así poder caminar, poder compartir el Evangelio de Jesús y bueno, ir haciendo una comunidad, una comunidad de amigos.
Dentro de tu tiempo en el que has estado en diferentes países, ¿cuál es el papel de la universalidad de la Compañía para el jesuita?
La Compañía de Jesús es un cuerpo diverso, grande, pero en su diversidad alberga a jesuitas de diferentes países, de diferentes lugares, y mucho de la vida de la Compañía de Jesús está marcada precisamente por esto, por lo diverso.
En mi experiencia de la universalidad de la Compañía de Jesús, lo que me da gusto ver es que tenemos la noción de que somos también un cuerpo, que tenemos una identidad y que tenemos un modo de proceder. Mucho de esto está marcado precisamente por los ejercicios espirituales, por las constituciones y por el modo de ser Compañía de Jesús.
Este asunto de la universalidad es palpable porque, al menos en los países donde yo me he movido, nunca me he sentido como el extraño, siempre me he sentido recibido, siempre me he sentido como parte de algo.
Ya sea en Panamá, Costa Rica, en El Salvador, Guatemala, o incluso aquí en México, tengo la sensación de que estoy entre hermanos, de que no estoy entre desconocidos, de que tenemos un piso común todos, que es el seguimiento de Jesús. Tenemos una misión orientadora, que es la misión que la Compañía de Jesús nos otorga y de la cual todos nos sumamos.
Y esta parte de que somos cuerpo, que todos vamos jalando hacia un rumbo, intentamos poner lo mejor de nosotros para tratar de ser cuerpo, para tratar de ser comunidad, y sobre todo en esta frase, que creo yo que resume la universalidad de la Compañía de Jesús: tratar de ser “amigos en el Señor”.
¿Qué has aprendido de la convivencia con jesuitas? ¿Qué rasgos comunes tenemos?
De cada jesuita se aprende algo, cada quien tiene algo que aportar desde su cultura, desde su condición, de su manera de entender la espiritualidad, el discernimiento y entender la misión. Pero al ser tan diversos, a la larga se termina creando también una especie de vínculo muy rico en donde todos nos nutrimos de todos.
Este asunto de cómo concebimos el seguimiento, de cómo son nuestros procesos en la Compañía de Jesús, a la larga nos van nutriendo y nos van ayudando a crecer. Vamos compartiéndonos en la vida de comunidad, estamos creando un cuerpo tan diverso, tan rico, tan distinto. Cada uno tiene algo que aportar. Vamos creando también un cuerpo que nos permita convivir y trabajar, y sobre todo aportar a la construcción del reino que es lo que tanto queremos, pedimos y deseamos.
¿Por qué son importantes los estudios para el jesuita?
Nos encontramos en un mundo informático, exigente, y que a la larga también exige mucha preparación. La Compañía se ha caracterizado siempre por ser una orden religiosa bastante preparada, y en un mundo que exige preparación, los jesuitas realmente no pueden quedarse atrás.
Los retos son bastante grandes y por ende la formación y los estudios se vuelven un elemento complementario para poder discernir, para poder dar una respuesta, y sobre todo para poder seguir reflexionando, rezando, orando, pensando y actuando, para los retos que se nos ponen.
Todos los estudios van en función de la misión. Todo lo que un jesuita pueda estudiar, todo lo que en jesuita pueda prepararse, lo hace en función de la misión en concreto. Entonces los estudios se vuelven parte indispensable precisamente para el jesuita y su misión, porque en dependencia de lo que exija la realidad del mundo así mismo nos vamos a preparar. Los jesuitas y el estudio no se pueden separar, son parte importantísima del ser jesuita.
En un mundo académico que exige, los jesuitas y sus estudios también son bastante exigentes, preparados, pero sobre todo para dar respuestas reales, concretas y a la altura. La formación en la Compañía de Jesús, así como es bastante larga y buena, también pretende dar una respuesta buena, certera honesta y discernida, que vaya en función del proyecto de Jesús.
Bueno, ya habiendo hecho este recorrido, ¿qué le dirías a tu yo que tenía miedo, o perjuicios para salir de casa y entrar a la Compañía?
A mi yo de antes de entrar a la Compañía de Jesús, le diría que sacuda un poco sus miedos y que confíe, que confíe en dos cosas: en su corazón y sobre todo en Dios. En el corazón porque ahí va el deseo, ¿no?
El miedo que tenía en aquel entonces era un deseo que tenía que saciar, pero que obviamente tenía aristas familiares y de mi realidad concreta que me lo impedía, pero tenía que dar el salto.
Y en Dios porque es un acto de fe, y uno se mueve por fe. A mí yo de aquel entonces, le diría que confíe, que confíe en sí mismo y que confíe en Dios, porque la promesa de Dios no defrauda, si Dios promete algo es porque se va a cumplir.
¿Qué has aprendido de los jesuitas mayores?
Nuestros hermanos mayores en la Compañía de Jesús realmente son un tesoro. Al menos los que me he tocado conocer y con los que me he tocado convivir, son un elemento fundamental en la vida de un Jesuita para su crecimiento, porque se vuelven el referente, el referente de perseverancia, el referente que precisamente la promesa de Dios se cumple y el referente de que son hombres plenos que dieron su vida totalmente por lo que su corazón y lo que Dios en el momento les pedía.
Son hombres totalmente de fe y son hombres que han aprendido a amar, a amar dándose, a amar compartiéndose, a amar un proyecto, a amar la vida en la Compañía de Jesús. Entonces uno ve a los viejitos y uno dice: “vayas, hombre, dieron todo, no se guardaron nada y al final de su vida están contentos”. Viven recordando lo que hicieron en algún momento y lo hacen con mucha felicidad. Entonces, uno aprende que dándolo todo y no guardándose nada a la larga pareciera que podemos ser felices, entregándolo.
¿Para ti quién es Jesús?
Para mí Jesús es un amigo también, es como un hermano mayor que me va guiando, que me va jalando las orejas de vez en cuando, que me va diciendo por dónde tengo que ir. También es un confidente, como el amigo leal que me puede dar un consejo. Y no me aconseja nada más como para cobijarme y protegerme, sino que me aconseja, me guía, me conduce por el camino recto como dice un salmo.
Sobre todo es un amigo que me escucha. Para mí es importante la escucha y la escucha que viene de parte de un amigo, lo es mucho más. Entonces, Jesús es ese amigo que está ahí para escucharme, para acogerme, para guiarme, que siempre está presente.
¿Qué le dirías a alguien que está pensando en entrar a la Compañía y tiene miedo?
A un chavo, a un joven que esté pensando entrar a la Compañía de Jesús y que todavía tenga miedo, algún miedo que pulir para dar el salto, yo le aconsejaría que le pusiera nombre a sus miedos. Y una vez ya puesto el nombre a sus miedos, que escuche su corazón, para poder decidir.
Repito, esta es una decisión de fe, entonces, que también esos miedos son los que tiene que poner delante de Jesús, delante de Dios, a quien creemos y queremos seguir. La decisión que se va a hacer es un seguimiento a Jesús, realmente, no a la Compañía.
Entonces al joven que quiera entrar a la Compañía y todavía tenga esa duda o miedo: “Anímate a escuchar a tu corazón y a Jesús, porque si Jesús te promete algo, pues ten la seguridad de que te escucha y te va a cumplir”.
¿Qué es ser jesuita para ti?
Para mí el ser jesuita es compartir la vida. Es como imaginarnos en un banquete en donde todos formamos parte de una mesa gigantesca en donde preside Jesús y el pan y el vino lo ponemos nosotros con nuestra vida, y en donde vamos compartiendo todos juntos. El jesuita es alguien que se da y obviamente nos damos a los demás o una misión a un proyecto. Entonces ser jesuita es compartirse: Ser pan que se parte y se comparte.
Ahora sobre el arte. ¿Cómo vives el arte desde una experiencia de fe?
Algo bueno en la Compañía de Jesús es que uno puede poner y disponer de las cosas que sabe y ha aprendido para el servicio. En mi caso, soy ebanista, toco la guitarra y a veces trato de cantar un poco.
Y estas cosas que aprendí me han ayudado mucho para mi misión, sobre todo para llegar a jóvenes, llegar a personas mayores, aportar y enriquecer a las celebraciones o a cierto momento que me invite a algún canto, alguna canción o algún detalle. Estas cosas ayudan mucho, precisamente para acercarnos a las personas. El canto y la guitarra son instrumentos misionales bastante fuertes, bastante buenos.
Y el asunto de la madera o la carpintería me permite simplemente reflejar las gracias o los dones que Dios me ha regalado. Esto también me ha dado una cierta sensibilidad, cierta manera de ir entendiendo y acercándome a las personas de diferentes ámbitos.
Pero todo es gracia al final. Estos dones se me dieron, se me regalaron. Poniéndolos al servicio permiten precisamente acercarnos, y acercarnos bastante bien a las personas, ¡y que la misión se vaya dando! Dios nos dota de ciertas cualidades y toca ponerlas al servicio. No toca aprovecharlos bien, para poder hacer una buena labor. Entonces ir construyendo reino desde ahí, desde donde se pueda.
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