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El llamado
de Jesús

La vocación es iniciativa
de Dios, no nuestra

Nadie se levanta un día y dice: “Yo voy a ser jesuita”.

Tenemos que esperar la invitación y saber reconocerla cuando se dirija a nosotros. 

 

Una insinuación, una suave brisa que no violenta ni forza la voluntad de la persona. “Si quieres…”

 

La vocación es una conversación entre tres: Dios, la persona y la Compañía. No es el resultado de una deducción lógica o de una demostración matemática, no es la ausencia de inclinación o atracción al matrimonio. No es un puro sentimiento. 

Dios habla a través de:

  • Tus aspiraciones y deseos más profundos,
    más tuyos.

  • Sentimientos e invitaciones que permanecen.

  • Tus experiencias positivas y negativas de la vida, oportunidades y retos, momentos fundantes.

  • Las necesidades objetivas del mundo y de la Iglesia en que nos ha tocado vivir.

  • Identificarte con la vida y modo de proceder
    de los jesuitas.

Puede ser un momento específico de seguridad interior inquebrantable, o la acumulación de muchas pequeñas luces a lo largo del camino (encuentros, convivencias, experiencias de trabajo, momentos de oración).

Dios habla en lo profundo de tu corazón, y al contemplar el llamado, tu alma lo añora y se asombra, como la zarza ardiente de Moisés.

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