Biografía de
San Ignacio
Sus inicios
San Ignacio de Loyola nace en 1491 en la casa Torre de Loyola, España, y murió en Roma el 31 de julio de 1556. Ignacio, que primero se llamó Iñigo, era el menor de trece hermanos.
Cuando Iñigo tenía unos quince años, fue criado con familias muy cercanas al rey, donde aprendió cultura y más tarde, política, y estrategia militar. Con estas experiencias y los libros que leía de caballeros heróicos, empezó a construir "sus sueños de gloria".
Al año siguiente de su nacimiento, Cristobal Colón llegó a un nuevo continente que empezaron a llamar Indias, y años más tarde, América.
Pamplona: La herida
Hasta los 26 años fue hombre dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas con un grande y vano deseo de ganar honra (Autobiografía no. 7). Así, en una batalla con los franceses que querían conquistar Pamplona, mientras sus compañeros habían huido para salvar la vida, él se quedó.
Aún con pocas probabilidades de ganar la batalla, a Iñigo le dio vergüenza retirarse o escapar, cabalgó a la batalla dispuesto a pelear hasta el final y consiguió encender el ánimo de varios compañeros para quedarse a defender la fortaleza.
A pesar de su ahínco, una bombarda le acertó en la pierna, quebrándosela toda. Y como cayó entre ambas piernas, la otra también quedó malherida.
Las dos vidas
En los meses que tuvo de recuperación, quiso de nuevo leer los emocionantes libros de caballería, pero no había de esos en Loyola. Su cuñada, Magdalena, le prestó dos únicos libros de la casa: Vita Christi y uno sobre las vidas de los santos.
Iñigo se entregó a la lectura y descubrió un mundo hasta entonces ignorado, una especie de caballeros de Cristo, que hacían hazañas muy distintas a las que él soñaba. Se dejó llamar por su lectura y enamorar por la persona de Jesús.
Iñigo "se paraba a pensar", unas veces se quedaba horas pensando en su dama soñada, imaginando lo que haría para conquistarla, y otras veces pensaba en Francisco de Asís o Domingo de Guzmán; en su corazón empezó a desear ir a Jerusalén, la tierra de Jesús, y vivir como Él.
De estos pensamientos, uno lo dejaba triste y confundido, y el otro contento y alegre.
Manresa: Oración
Movido por el Espíritu, Iñigo emprendió su viaje para encontrar lo que Jesús le quería decir. Al pasar por Montserrat, queriendo iniciar su nueva vida con un acto solemne, le entregó a nuestra Señora de Montserrat lo que para él representaba su vida: sus ropas lujosas y su espada.
Llegado a la pequeña villa de Manresa, ocupó su tiempo haciendo oración, asistiendo a misa todos los días, visitando el hospital y llevando alimento a los enfermos. Sin embargo, también procuró imitar lo que otros santos hacían como pedir limosna y muchas horas de oración, pero descuidándose en extremo. Al tiempo, Ignacio se dio cuenta que eso no era lo que Dios le pedía.
En esta experiencia de consolaciones y desolaciones, supo escuchar que Dios le pedía algo particular a él.
"¿Qué sería, si yo hiciese esto que hizo San Francisco, y esto que hizo Santo Domingo?"
Autobiografía no. 7
Cardoner: Nuevo hombre
En un camino, junto al río Cardoner, cuando iba hacia una iglesia, se sentó mirando al río. Y de pronto se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento: vio todas las cosas nuevas, con la mirada de Cristo.
Ese sentimiento permaneció el resto de su vida.
Quedó "como si fuese otro hombre", con una gran claridad en las cosas de la fe que ya sabía, pero le parecieron como nuevas. El misterio de Dios y de la Trinidad, la creación la Eucaristía, la presencia divina y humana de Cristo, se le hicieron más transparentes y luminosas. Es como si Dios le inundara el alma (La Aventura de un Cristiano, Ignacio Tellechea Idígoras).
Ignacio encontró en Cristo la fuente del amor y ahí decidió embarcarse rumbo a Tierra Santa, para conocer los sitios sagrados, en donde permaneció por un corto periodo. En Jerusalén, entendió la importancia de preparase y estudiar para servir mejor.
Estudio y amistad
A su regreso de Jerusalén, el peregrino comenzó su formación académica para enseñar mejor su método espiritual y ayudar a las almas. Llegando a París conoció a Francisco Xavier y Pedro Fabro, sus dos primeros compañeros que se sumaron a la misión de servir a Dios y a la Iglesia. Compartían toda su vida: mientras uno estudiaba, otro predicaba, y otro procuraba las necesidades del hogar. Este estilo de vida y amistad, cimentado en Jesús, atrajo a más jóvenes que compartían ese ideal de servicio.
El primer grupo de "amigos en el Señor" quería ir a Tierra Santa para servir a la Iglesia, pero las guerras y conflictos marítimos les impidieron llegar hasta allá. Fue entonces que decidieron ponerse a disposición del Papa.
¿Qué somos?¿Qué hacemos? ¿Para qué?
Este grupo de universitarios de varias partes de Europa y movidos por el carisma de Ignacio, comenzaron a preguntarse: ¿qué somos?,
¿qué hacemos?, ¿y para qué?
En conjunto y en oración, fueron guiados por Dios a seguir unidos y tener un modo de vida similar al de una Orden Religiosa, que el Papa aprobó en 1540, naciendo así la Compañía de Jesús.
Los primeros compañeros decidieron unirse con un cuarto voto especial de obediencia al papa, que resultaba en ir sin tardanza a cualquier lugar donde se les necesitara.
El mismo Espíritu que los había unido en amistad y servicio, ahora los separaba y los enviaba por todo el mundo a llevar la Buena Noticia en nuevas tierras de misión para la Iglesia.
Últimos días
Los primeros compañeros pidieron que Ignacio fuera la cabeza del grupo y fue electo el primer Prepósito General de la Compañía de Jesús. Desde su pequeña habitación en Roma, Ignacio recibía noticias de sus amigos dispersos por el mundo. A través de otros, vivió sus sueños de servir al Señor.
Desde sus inicios, los jesuitas han tenido diversidad de apostolados como: educadores, misioneros, científicos, teólogos, artistas, investigadores, entre otros.
La última misión de Ignacio antes de morir fue escribir las Constituciones de la Compañía, que ayudaron a darle orden y dirección a la misión de la naciente Orden Religiosa. El 31 de julio de 1556 murió este hombre de baja estatura física, pero de gran energía. Conocedor profundo de los hombres, modelo de prudencia y dominio de sí, organizador y gobernante que atendía al detalle mínimo y emprendía proyectos grandiosos. Místico, padre de apóstoles, entregó a su iglesia mil jesuitas distribuidos en doce provincias y cien casas (La Compañía de Jesús: ¿Cómo Nació?,
Agustín Churruca, S.J.).
Fuentes:
- El Peregrino, Autobiografía de San Ignacio de Loyola
- La Aventura de un Cristiano, Ignacio Tellechea Idígoras
- La Compañía de Jesús: ¿Cómo nació?, Agustín Churruca, S.J.
- Ilustraciones por Ignaci