Conversación con Aluico Esparza Alvarado S.J., de 45 años, que está en la etapa de magisterio, en el colegio Carlos Pereira al norte del paÃs, en Torreón, Coahuila.
La entrevista ha sido ligeramente editada para acoplarse más al formato escrito.
¿Qué hacÃas antes de entrar a la compañÃa de Jesús?
Antes de entrar a la CompañÃa de Jesús yo residÃa en Estados Unidos, en el estado de Texas y llevaba una vida de trabajo y estudio. Estaba estudiando una carrera y era trabajador, tenÃa un empleo. Mi perspectiva era terminar mi carrera, trabajar, tener una familia, tener un trabajo estable.
¿Y cómo empezaste a sentir el llamado a la vocación Jesuita?
Bueno, el llamado a la CompañÃa de Jesús surge a través de un encuentro con un Jesuita. Los fines semana participaba en una pastoral de jóvenes, y un dÃa un Jesuita se acercó con nosotros a hablar de ejercicios espirituales, de espiritualidad ignaciana.
Creo que más que lo que nos decÃa fue ver cómo vivÃa él eso. Para mà fue una gran novedad. La primera experiencia seductora de parte de la CompañÃa de Jesús, entonces, fue a partir de ver a una persona viviendo eso que decÃa, que tenÃa mucha coherencia y me hacÃa mucho sentido.
Y de ese momento que sentiste la experiencia seductora, ¿cuáles fueron los primeros miedos que sentiste al identificar esta llamada?
Bueno, los primeros miedos que yo sentà al identificar el llamado tienen que ver con que era una vida que nunca habÃa pensado. Se me hacÃa muy aburrido pensar en una vida religiosa por la imagen que yo tenÃa de la vida consagrada. Y renunciar a todo lo que habÃa venido construyendo con muchos años de esfuerzo y sacrificio… me daba mucho miedo. No sabÃa cómo era la vida religiosa, pero en el imaginario que tenÃa era de renuncia, de abstinencias, de tener muchas cosas obligadas a hacer… ya después uno aprende que no, que no es asÃ.
Ya estando dentro de la CompañÃa de Jesús, ¿en qué lugares has desarrollado tu apostolado?
Bueno, desde el noviciado hemos tenido, como parte de la formación, distintas experiencias apostólicas. La primera que tuve fue en ranchos al sur de Jalisco, acompañando a dos comunidades durante dos años, cada fin de semana.
En Guadalajara, acompañé la parroquia donde están establecidas nuestras comunidades. Ahà acompañé a la pastoral de la parroquia con la gente.
Ahorita en mi etapa de magisterio estoy como maestro, acompañante espiritual, y participando en el equipo de formación ignaciana. Entonces, han sido distintos trabajos y en medio de muchas experiencias.
Ahora que ya llevas tiempo dentro de la compañÃa de Jesús, ¿qué le dirÃas a tu yo que sentÃa esos primeros miedos?
Bueno, ¿qué le dirÃa a mà yo, si volviera al principio, cuando sentÃa el llamado?, ¿para contrarrestar o desaparecer esos miedos? Yo creo que le dirÃa que confÃe.
Yo creo que el llamado a cualquier vida definitiva es a poner en riesgo lo que uno cree. Y poner en riesgo lo que uno cree es confiar, confiar más allá de los lÃmites de lo que yo venÃa conociendo, de mis seguridades, de mis miedos, obviamente.
Ahora que estás en tu magisterio en la escuela Carlos Pereira, ¿cuáles son los distintivos de la educación Jesuita?
Los distintivos de nuestra aporte a la educación, tiene que ver mucho con la formación humanista; sobre todo con una formación cristiana. Al final de cuentas lo que nosotros pretendemos es formar a esos humanos, formar personas, acompañarlos durante su estancia con nosotros en el colegio, formar su corazón. Creo que eso es lo principal.
Más que llenarles de datos la cabeza, que es bueno que aprendan cosas, que vayan sabiendo, pero que se le vaya formando también el corazón para tomar decisiones que sean importantes para ellos y que tengan impactos positivos o buenos en los demás.
O sea que lo que vayan a decidir ellos con sus vidas y sus proyectos, salgan de ellos mismos e involucre a otros; con la finalidad o al menos con el deseo de construir un mejor mundo. Eso es lo que creo que ofrecemos.
¿Cómo has encontrado a Jesús en la gran comunidad educativa de la escuela Carlos Pereira?
Para mi Jesús se ha mostrado en el rostro joven, creo que ha insistido mucho, cada jesuita vamos descubriéndolo. Dios es un Dios que se va revelando y nuestra tarea es contemplar. Entonces, creo que salir, contemplarle, encontrarlo en la realidad.
En mi caso ha sido con los jóvenes: escuchar sus historias, sus sueños, sus dificultades. Son unas generaciones que actualmente viven con muchos problemas que tal vez les tocarÃa vivir a los de otras épocas como adultos, pero actualmente los viven como jóvenes. Les faltan herramientas, necesitan de una escucha, de un acompañamiento.
A mà se me ha revelado ahÃ. Como un Jesús en búsqueda, con sueños, con preguntas, ganas de cambiar el mundo. Y eso a mà me ha seducido.
¿Quién es Jesús para ti?
Bueno, Jesús para mÃ, es un amigo. Es una persona que me va acompañando, que me va siempre sacando de mis miedos, también me va cuestionando, pero que en el fondo me va enamorando, me va enamorando de su modo de ser, de estar, y se me va revelando con los jóvenes, principalmente. Entonces, para mà es un amigo.
¿Y cómo se te revela Jesús o cómo quieres compartir a Jesús desde tu vocación como hermano?
Pienso que la manera en que yo puedo compartir o revelar a Jesús desde la vocación de hermano que tengo en la CompañÃa, se va traduciendo en un modo de construir fraternidad, de estar en medio de otros, de caminar juntos, de promover siempre un trabajo apostólico con lo necesario, pero también de un Jesús que quiere que vivamos con plenitud, que quiere que vivamos felices, que quiere que trabajamos por el reino, pero nunca solos, siempre en compañÃa.
Y en una sola palabra, ¿qué es para ti ser Jesuita?
Pasión.
¿Qué le dirÃas a alguien que quiere ser Jesuita?
A alguien que quiere ser Jesuita, que tiene la pregunta o la duda por ahÃ, le dirÃa que no tenga miedo a poner en riesgo todo lo que cree. Dios no habla en medias tintas, creo que Dios habla, invita, y cuando es una invitación de Dios siempre es para mejor.
Entonces, que se arriesgue, que dé ese salto, y creo que eso los libera y los hace crecer como personas. La CompañÃa de Jesús está constituida de personas que van creciendo en libertad y dependiendo de Dios.