Empezando desde el principio, les diré que José Gutiérrez Casillas, su servidor, natural de Guadalajara, de 90 años de edad, pasa su vida de jesuita de la tercera edad gozando el derroche de la misericordia divina. Que sus primeros años de religioso, su formación, transcurrieron sobre todo durante los generalatos de los padres Wlodimiro Ledochowski y Juan Bautista Janssens.
Llegué a la Compañía imberbe, de quince años, iletrado y sin ninguna experiencia. La Compañía de Jesús pacientemente me enseñó desde balbucear hasta defenderme como buen cristiano, en este mundo complicado. Ella me enseñó a leer, a escribir, a contar, a respirar y a todo lo que hace ser humano a un hombre.
Tuve el privilegio de estudiar la ascética y la mística con el santo padre, maestro de novicios, Francisco de Paula Zambrano (nacido en Monterrey, el 2 de julio de 1888 y muerto en Guadalajara, el 18 de marzo de 1973). El me inculcó que escogiera como sendero de vida una de las grandes reglas del sumario de san Ignacio. Me incliné por la segunda regla que abarca tanto la perfección propia como la de los prójimos, lo cual es de un horizonte amplísimo y derecho hacia el genuino fin de la Compañía.
En ese tiempo, las grandes aspiraciones del jesuita eran la intensa perfección espiritual personal, apostolado en los colegios de jóvenes, fervorosa predicación del Evangelio y propagación de las misiones en tierra de infieles. Los ejemplos eran el santo padre Ignacio, el apóstol Pedro Fabro, los escritores Belarmino y Canisio, los jóvenes estudiantes Estanislao de Kostka, Juan Berchman y Luis Gonzaga, el maestro de oración Alonso Rodríguez, el apóstol de los negros Pedro Claver, y el patrono de la Provincia de México, el otrora duque Francisco de Borja, y metiendo fuego a toda la camada de jesuitas el enorme apóstol de las Indias y del Japón, Francisco Xavier.
Los consejos de mis padres espirituales durante toda mi vida se reducían a esto: "Ame usted a Jesucristo. Apasiónese usted cada día más por su persona adorable. Su Corazón nos escogió a los jesuitas como propagadores de su amor eucarístico, y las Congregaciones Generales de los jesuitas aceptaron este contrato. No le falle usted nunca a Jesucristo. Estudie, escrute, indague, despliegue para usted mismo y para los demás las insondables riquezas del Corazón de Jesús, para que llegue a conocer lo alto, lo ancho y lo profundo de ellas".
Creo que esta era la situación que tratábamos de obtener ante el futuro. Tuve el privilegio de anhelar desde niño ser "sacerdote de Jesucristo". Mi educación primaria fue en Guadalajara, Jalisco, en el colegio de don Jose Atilano Zavala, quien con sus pláticas, despertó en mi corazón las ansias de ser sacerdote. No tuve ya otro deseo.
Conocí a los jesuitas en las Congregaciones Marianas del templo de San Felipe Neri de
Guadalajara y en el Instituto de Ciencias de la misma ciudad. Quise ser como ellos porque eran los que decían la misa con mayor devoción entre todos los sacerdotes de mi ambiente. Escoger junto con los superiores de la Compañía alguna especial materia u ocupación en ella, me ha sido indiferente. Creo que he servido de algo para los colegios de jóvenes laicos y jesuitas, para la predicación de los Ejercicios de san Ignacio, para regir algunas casas, y para escribir algunos libros de historia de México y de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
En toda mi vida me ha inspirado siempre, por supuesto, la figura del Señor Jesucristo, quien se me presenta sin falla de buen humor. Pero también entre mis hermanos de religión, me ayudaron mucho algunos hermanos coadjutores viejos, que me enseñaban a reír en las tormentas y muchos superiores que callaban durante los truenos y seguían impertérritos por los caminos de Ignacio.
No puedo menos que mencionar la especial influencia que tuvo en mí el ejemplo del padre maestro Zambrano. No olvidaré su ejemplar vida religiosa de fe vivificante y de exquisita caridad, de infatigable trabajo en la recolección y preparación de los datos históricos sobre la Compañía de Jesús en México. Juntaba, al mismo tiempo con estas virtudes, un carácter muy jovial, bromista y chistoso que lo hacían el descanso de las conversaciones y congresos y el rejuego de los recreos.
Esto es lo que tenía que decirles en este tema de ¿cómo me sitúo ante el futuro?, y ésa es mi experiencia en la Compañía de Jesús. Con mis saludos afectuosos para todos mis hermanos, viejos y jóvenes, me encomiendo con fervor a sus oraciones.
Fuente: Guitérrez Casillas, J. (2007, enero - abril). La Compañía me enseñó todo. Jesuitas de México, Revista de la Compañía de Jesús. Toda una vida jesuita, 38.
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