Conversación con Alberto Munguía S.J., 27 años. Es hermano jesuita realizando el magisterio en la Sierra Tarahumara, en el Complejo Asistencial y Clínica Santa Teresita en Creel.
La entrevista ha sido ligeramente editada para acoplarse más al formato escrito.
¿Qué hacías antes de entrar a la compañía de Jesús?
Antes de entrar a la compañía estaba estudiando psicología en la Ciudad de México, en una de nuestras universidades. Vivía en Toluca, con mi mamá.
¿Cuándo identificaste el llamado a la vocación de la compañía?
El llamado a la vocación de la Compañía lo identifiqué desde que fui voluntario, antes de estudiar la universidad, posterior a la preparatoria. Ahí, en Tierra Blanca, Veracruz, en un albergue para migrantes, sentí un deseo fundamental de quererme entregar a Dios, a su gente, a los sufridos, de algún modo. La respuesta en ese momento tenía que ver con ser Jesuita, con entregarme por completo.
Aunque en ese momento no entré a la Compañía, ya tenía yo una inquietud que fui descubriendo en el albergue para migrantes en Tierra Blanca, Veracruz.
¿Y qué miedos tenías antes de entrar a la Compañía de Jesús?
Mi miedo antes de entrar era el fracaso, el fracaso en la decisión, no tomar una buena decisión, o que después me arrepintiera; o que fuera precipitada. Al inicio ese era un miedo.
Otro miedo era el que me diría mi familia, qué me dirían mis amigos. Yo sí expresaba mi deseo de entregarme, por estar en un lugar que pudiera ayudar o servir en algo, pero nunca verbalicé con mi familia ni con amigos una inquietud a la vida religiosa. Entonces para mí era mucho miedo de cómo decirles y qué me dirían, cómo reaccionarían.
Entonces yo recuerdo esos dos miedos, uno al fracaso y el segundo, que tiene que ver con el que dirán, qué dirá mi gente cercana.
Y ya ahora después de siete años en la compañía, ¿qué le dirías a tu yo que tenía esos miedos?
Pues yo me invitaría a confiar en llamado, confiar en el deseo, confiar en lo que se me estaba confirmando en la vida, en el presente. Entonces, yo diría: confía. Me hubiera dicho mucho: confía. De hecho fue eso lo que me salvó, pero creo que me volvería a decir: confía.
También no tenerle miedo al proceso, inclusive si no hubiera sido una buena decisión, yo creo que me hubiera servido de algo. Entonces yo creo que todas las decisiones que tomamos, sean buenas o aparentemente malas, nos ayudan en nuestro proceso de vida, nuestro proceso de búsqueda y nuestro proceso de ir tocando, palpando, el deseo de Dios para nosotros.
Y dentro de la compañía de Jesús, ¿en qué lugares o qué apostolados has estado?
Bueno yo nombro el voluntariado como parte de una misión que yo tuve como más joven, no como Jesuita, en Tierra Blanca, Veracruz.
Mi primer destino en el pronoviciado, fue La Arena, en la Selva Lacandona, en Chiapas. Allí estuve un año.
Después en el noviciado yo recuerdo mucho el rancho donde estuve, y principalmente la cárcel. Estuve dos años ahí sirviendo en la comunidad terapéutica. Fue una experiencia que a mí me fundó, me enraizó en Dios, en mi deseo, en la convivencia con los presos, en una calidad de procesos terapéuticos por adicciones.
Después ya en la filosofía estuve en San Pedrito, que es una zona comercial obrera en Jalisco. También estuve en la ciudad de los niños, ayudando en la cuestión psicológica con los niños.
Ahora estoy en Creel, en la Sierra Tarahumara. Va siendo un destino muy gozoso, de mucho aprendizaje, de mucho reto también.
Los estudios que has tenido, de filosofía y psicología, ¿cómo te han ayudado en el apostolado y en la vida apostólica de la compañía de Jesús?
Los estudios en filosofía y en psicología me han ayudado a estructurar mi pensamiento, a sistematizar mis deseos, mis emociones, mis mociones, encaminarlas de una manera más práctica.
La filosofía me ha ayudado a estructurar, pero también proporciona modos de pensar distinto la realidad que se me presenta día con día, el modo de pensar la realidad que me interpela.
La psicología, junto con la filosofía, han sido un modo de responder también a la realidad del ser humano, concretamente la fragilidad humana, las personas que requieren ayuda, que requieren una guía, que requieren alguien que les ayude a pensar su propia realidad.
Entonces ha sido un modo de pensar y también de actuar, o tratar de actuar en el mundo.
Para ti, ¿quiénes son los empobrecidos?
Se me vienen muchísimos rostros, que tienen que ver con mi vida, con mi vocación, con quienes he estado platicando, con quienes me han ayudado. Y tiene que ver con aquellas personas que tampoco conozco, y que sé de sus realidades por noticias, por fotos, por historias.
Pero para mí es la gente frágil, que viven una fragilidad que podemos llamar pobreza, que podemos llamar enfermedad, que podemos llamar persecución, desánimo, duelo.
Actualmente yo le pongo el rostro de las personas que sufren por la violencia en nuestro país, en nuestros estados, víctimas de la desaparición forzada. Esta gente que está en la cárcel por causas injustas, o incluso situaciones que las han llevado a cometer un delito.
Los migrantes, las mamás que buscan a sus hijos, las comunidades desplazadas, los indígenas también arrastrados por la violencia, por el terror, por la amenaza.
Yo actualmente sí le pongo mucho el rostro de las personas que son víctimas de la violencia en nuestro país, que son muchas y muy diversas.
¿Cuál es la misión de la Compañía entre los empobrecidos?
Yo creo que nuestra misión es caminar con esas realidades, antes de hacer algo, de proponer - que también lo hacemos - yo diría que lo fundamental y lo más característico en nosotros es el modo como acompañamos y cómo estamos en esas realidades. Acompañar, caminar, sentir con los otros, escuchar, tocar esas realidades. Yo pienso que es nuestra principal tarea, y la tarea de la que parten muchas otras cosas: que son propuestas, que son proyectos. Yo diría que es caminar de una forma cercana, sencilla, abierta con las realidades actuales.
¿Por qué es importante mantener viva la memoria de Joaquín y de Javier?
Yo creo que su testimonio ejemplifica mucho lo que deseamos ser como jesuitas. En el día de los hechos, yo creo que ellos encarnaron nuestro deseo, nuestro principio y fundamento, que es acercarnos de manera radical al sufrido, al empobrecido, al que es víctima. Yo creo que su testimonio y los hechos que sucedieron nos enseñan el modo como los Jesuitas queremos estar en la realidad de un modo cercano y radical.
¿Cuál es el clamor o lo que pide la comunidad indígena de la Tarahumara? ¿Qué buscan?
Yo lo que he escuchado y lo que veo es que los dejen vivir, que los dejen vivir dignamente como a ellos les gusta vivir, que es comunitariamente a su modo, a través de la fiesta, a través del modo de vivir su propia fe, su propia espiritualidad, de poder estar en la tierra, de producirla, de trabajarla. Yo creo que es el clamor principal.
Claro que está el hambre, la educación, la vivienda, el agua, la salud, pero yo diría que en el fondo es como un clamor por vivir con paz, porque los dejen vivir como ellos desean vivir; y que actualmente la violencia, el narco, la explotación laboral, los megaproyectos, pues no lo dejan. Entonces, yo diría que dejémoslos vivir y caminemos con ellos, pues, a través de sus pisadas, su propio ritmo.
¿A alguien que quisiera solidarizarse con esta misión de justicia y reconciliación, qué les dirías o qué consejos les harías?
Seguir el ejemplo de Javier y de Joaquín, en cuanto a que quisieron palpar la fragilidad, y no les importó su seguridad, no les importó su propio amor, querer e interés, sino que fue una entrega total al desvalido. Entonces yo le diría, a alguien que quiera eso, pues que se necesita mucha libertad y mucho despojo en el Señor.
Y para ti, ¿quién es Jesús?
Para mí es el motor de vida, en el corazón, en la palabra, en su Espíritu. Para mí es motor, es amigo en mis días, en mis momentos de privacidad, de escucha, de alejarme un poco. También es descanso.
Jesús, es el rostro encarnado, en aquellos que son los sufridos y las sufridas.
Para mí ese es Jesús. Es el mismo, pero también se me va transformando y me va hablando de formas muy diferentes cada día.
En una palabra, ¿cómo definirías el ser Jesuita?
Un hombre que escucha y siente la realidad.
¿Qué le dirías a alguien que quiere ser Jesuita?
Le diría muchas cosas, pero principalmente que se atreva a tocar el sufrimiento.
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