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Conectando con el corazón - entrevista a Rodrigo Pinto S.J.

Updated: Oct 7, 2023


Conversación con Rodrigo José Pinto Escamilla, S.J. (conocido como "Barcin" entre los tseltales), originario de Mérida, Yucatan y Jesuita. Colabora en la misión de Bachajón.

La entrevista ha sido ligeramente editada para acoplarse más al formato escrito.



Para los pueblos originarios en donde colaboro, específicamente, la región tseltal, el corazón es sumamente importante; es la dimensión existencial de la vida, no solamente es el centro afectivo de los seres humanos, sino es donde se juegan las decisiones más fundamentales.


Para mí acercarme a los pueblos originarios ha sido también acercarme a mis orígenes, yo que soy de la tierra de Yucatan, la tierra maya, que aunque yo no tuve la fortuna de aprender el maya peninsular, los tseltales me ayudaron también a reconocer deseos muy profundos de querer acercarme a este centro existencial que es el corazón.


Una experiencia que para mí fue sumamente importante con pueblos originarios en el caso de los tsotsiles, en la experiencia de peregrinación del noviciado, fue reconocer en una consigna algo que aprendí muy fuertemente de una familia, de Toño y de Rosa, en Chalchihuitán Chiapas: más vale un amor inútil que una eficacia sin corazón.


Todo mundo sabemos que los pueblos originarios están en las rincones más empobrecidos de nuestro país y cuando yo me acerqué a ellos quería inicialmente hacer algo para que dejaran de vivir situaciones precarias, inhumanas, que todavía muchas comunidades viven hasta hoy en día, por falta de lo que para nosotros puede ser básico: el agua, la luz, carreteras, alimentos. Para estas comunidades a pesar de que tienen un vínculo fundamentalmente vital con la madre naturaleza, viven situaciones precarias.


Y esta familia, yo queriendo llegar con todo el ímpetu de dar lo que yo tenía para poder ayudarlos, pues viví una inutilidad en los pueblos originarios. Pero recibir el amor gratuito, aceptándome con lo que yo tenía, sin saber trabajar en la milpa, sin saber siquiera hablar el tsotsil, pues me sentí sumamente reconocido y aceptado.


Hoy en día estoy en la misión de Bachajón, una realidad que tiene una extensión territorial de cinco mil kilómetros cuadrados, aproximadamente la extensión del estado de Colima. Es una de las cinco etnias más numerosas del país, después del nahuatl, después del maya Penisular, después de lo que son los mixtecos.


Nosotros en la misión de Bachajón tenemos una apuesta no solamente de querer ayudar a la gente sino encarnarnos, poder vivir y entrar al corazón en específico de la lengua. Como para no solamente ayudar de una manera altruista, sino colocar el corazón en la cultura. Eso yo lo aprendí de mis hermanos mayores Jesuitas, hoy trato de vivirlo con las comunidades.


Por eso aprender la lengua para mí es un regalo; estar cerca de la gente me ha dado muchísima vida. En la Compañía de Jesús, la puesta de querer caminar, como lo dice la segunda preferencia apostólica, con los descartados y marginados, no solamente es una opción de querer ayudar sino de querer colocar la vida completa. Para mí ha sido como desarmarme de mis estructuras, más que ir a lo que yo quiero como yo quiero.


Con las comunidades tseltales es aprender la comunitariedad. En un mundo muy individualizado yo creo que la opción o la propuesta que hacen los pueblos originarios es una alternativa para este mundo fragmentado. Todo el sentido de la relación que tienen en los cargos comunitarios, de servicio gratuito para ayudar a la gente de su comunidad es un aprendizaje que muchos de los que vivimos en contextos urbanos o citadinos podemos sacar bastante provecho.


Las comunidades indígenas tienen diferentes cargos eclesiales y civiles. Hay personas que a lo mejor en nuestro contexto conocemos: diáconos con sus esposas, catequistas, visitadores de enfermos; pero también hay reconciliadores y reconciliadoras, que buscan aplicar algo que se llamaría una justicia de reconciliación, en donde buscan no solamente emitir quién, en un caso de conflicto, tiene responsabilidad, sino sanar el corazón. Son los jChahpanwanej es una palabra en tseltal que significa precisamente “reconciliar”, conciliar de nuevo. Entonces es mucho dejar que la palabra fluya entre los que tienen un conflicto. Estos melsanguanej no tienen una sesión dialogando con dos partes en conflicto hasta emitir un juicio, sino hasta que el corazón sane es cuando se termina el proceso de reconciliación. Hay otros cargos que son los jPoxtaywanej, promotores de salud, los que tienen el oficio de curar, por ejemplo. Entonces hay diferentes cargos comunitarios que armonizan la vida de la comunidad.


Para mí es una aprendizaje de cómo poder salir de mí mismo, de lo que yo quiero, de simplemente ayudar a los que menos tienen, como para entrar a un mundo diferente. Dicen que la lengua es mundo. Los jesuitas que estamos en la misión de Bachajón queremos aprender la lengua, no por una cuestión táctica o técnica para comunicarnos, sino para buscar acercarnos al corazón de la cultura. Entre esas características está la lengua tseltal.


La opción para mí que me apasiona de la Compañía de Jesús en el sector social es que poco a poco las opciones que se van haciendo en nuestro trabajo tienen que ver con no solamente trabajar por los que menos tienen, sino caminar con ellos. Y si la gracia de Dios nos concede en algún momento: es vivir entre ellos y como ellos.


Como sabemos, nosotros los jesuitas, el nombre lo dice todo de cuál es nuestra identidad: el ser compañeros de Jesús. Al ser compañeros de Jesús seguimos al Jesús de Nazareth, que vivió una vida volcada en los márgenes, no solamente optando por ellos sino acercándose. Entonces nosotros los jesuitas, y por lo menos para mí, es muy importante no perder el horizonte; de no solamente hacer opciones eficaces por las y los últimos de la historia, sino dejar que mi corazón se empape con el modo de vida de las culturas, en este caso con los tseltales.



¿Qué momentos o cosas concretas han confirmado tu vocación como jesuita ahí en Bachajón?

En la misión de Bachajón hay diferentes frentes de colaboración. En específico, cuando yo llegué en el 2015, yo me acercé con un diácono y su esposa, con Pedro López y Catalina. Para mí fue muy significativo cómo una vez yo le pregunté a Catalina algo en tseltal, recién me desperté, mientras ella estaba haciendo las tortillas. Le pregunté que si había soñado algo. Yo en aquel momento no entendía mucho el tseltal y Catalina empezó a hablar, a desbordarse, platicándome tal vez un sueño, pero yo no entendía y ella lloraba. Para mí fue sumamente importante hacerme responsable de mis palabras, y querer aprender vitalmente la lengua. La gente tiene un tesoro en el corazón, incluso desde los sueños.


Ahora cada vez que yo pregunto si alguien soñó algo, yo necesito disponerme totalmente como para recibir la palabra, y no únicamente preguntar por preguntar. Los sueños para los tseltales tienen una dimensión comunicativa con Dios, no solamente es una dimensión del inconsciente, sino hay mensajes que tocan vitalmente lo que viven día a día.


Entonces esa fue una experiencia que para mí me metió muchísimo al deseo de querer aprender en las culturas.


Otra experiencia muy fuerte es cuando estuve colaborando con el proyecto de autonomía, para que las comunidades se les reconociera su derecho a la libre determinación. Recuerdo que estábamos realizando unos mapas regionales, dibujándolos. Los tseltales y la gente de las comunidades, campesinos, tienen una muy buena ubicación geográfica espacial, cosa que muchas veces a mí no me ocurre. ¿Saber en este momento dónde está el norte o donde está el sur? Necesito una brújula.


En ese momento que estábamos haciendo un mapa en un papelógrafo, íbamos a dibujar las regiones, y yo les pedí que las trazaran. Pero ellos no tenían clara la ubicación espacial, en dos dimensiones, en un papel, como yo. Y ahí fue que uno me dijo: tú recibiste un don, nosotros recibimos otros dones. Da lo que tú sabes hacer y nosotros hacemos lo nuestro. Esto para mí fue una actitud de todo lo que tengo y lo que puedo, lo que he recibido, aprendido, pues si bien hay necesidad de compartirlo con las comunidades… ellos tienen dones que yo necesito aprender pero lo que yo he aprendido también es ofrecerlo junto con ellos y ellas.



A alguien que quiere ser jesuita y llega con ciertos miedos, dudas que nos paralizan, ¿qué le dirías? Con inquietud vocacional, pero con miedos.


A mí me gusta mucho bíblicamente lo que Jesús menciona diferente al miedo, no es la valentía, es la fe; y la fe entendida como una dimensión existencial vital que es una apuesta a la confianza.


Y a mí me gusta mucho en los pueblos originarios, específicamente en la misión de Bachajón, en mi experiencia, es animarse, acercarse a la mistagogía del corazón, la pedagogía del corazón con las comunidades indígenas.


Acercarse a contextos como los pueblos originarios es aprender otro modo de vivir, otro modo de ver la vida, más en relación, y menos estar preocupado de lo que yo voy a hacer de mí mismo por mí mismo.

La manera en cómo los pueblos originarios viven y comparten lo que tienen y pueden es sumamente atractivo, como para salir a confiar en la vida.



¿Qué le dirías a tu yo de hace 15, 20 años que tenía miedos de entrar a la Compañía de Jesús, qué le dirías?


Confía, confía más, y confía en los hermanos. La verdad es que yo he aprendido mucho a ser jesuita, como dicen, con otros jesuitas. Entonces, confía en quien está en tu comunidad, confía en quien te acompaña en tu día a día, eso le diría a mí yo de hace 13 años.



¿Para ti qué es ser jesuita?


Ser Jesuita es hacer una opción vital por Jesús caminando con los últimos de la historia.



¿En los momentos difíciles, de fragilidad vocacional, de qué te agarras para regresar el corazón?


Para mí los momentos difíciles en la Compañía han sido fundamentales los amigos y las amigas. Yo aprendí, de la experiencia en la teología, de sentir la presencia de Jesús como una presencia amorosa al estilo de un amigo. El acompañamiento de amistades derramar el corazón, compartir el corazón, desnudar el corazón con los amigos y las amigas.


En misión ha sido una cuestión fundamental para recuperar el horizonte y recuperar la vitalidad del corazón. En ellos, los amigos y las amigas, es encontrar el rostro de Jesús, misericordioso que levanta, que escucha, que comprende, que acompaña, que regresa, que nos ayuda a regresar al origen, al principio el fundamento.



¿Algo más? Nada más. Muchas gracias.

¡Venga!





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